Decidí leer El guardían entre el centeno como parte de mi esfuerzo por explorar el canon americano. En particular, ésta es una novela que gran parte de mis amigos estadounidenses leyeron en preparatoria, así que pensé que leyéndola podría aprender mucho del contexto en el que vivo. Cabe mencionar que muchas voces me advirtieron desde antes de comenzar: es mejor leer esta novela durante tu adolescencia. Ni modo, pensé. Además, las historias con una temática sobre coming-of-age siempre me han agradado, al menos en película. Desgraciadamente, no fue el caso.
El narrador de El guardián en el centeno ha puesto todos sus huevos en una canasta, un juego altamente riesgoso. La estrategia narrativa es muy simple: estrechar la perspectiva del lector, de manera que su único nexo con la trama sea el relato de Holden Caulfield, el narrador protagonista. Holden narra dirigiéndose al lector en segunda persona, de manera que toda posibilidad de convencimiento yace en su persona y su lenguaje. Ésta es similar a la situación en que una persona escucha a un interlocutor contarle un relato sobre su vida, donde el interés del oyente dependerá en gran parte de su relación con el hablante. Similarmente, la credibilidad del relato también depende de esta relación. En realidad, estas nociones se mantienen en cualquier intercambio entre lector y narrador, pero dado que esta novela canaliza su trama entera a través de su protagonista, la relación se vuelve decisiva. Sobre la novela de Salinger, se puede decir con certeza que el lector ideal es alguien que se interesa por Holden Caulfield. Escojo específicamente la palabra “interés” para descartar la necesidad de que al lector le agrade Holden, o que se identifique con él, argumentos que son comunes cuando se discute este libro. Por requerimiento, la narración de Holden es burda, poco descriptiva y extenuante, pues ésta tiene que emular convincentemente el relato de un adolescente ansioso, deprimido, charlatán y poco brillante. Cuando el lector se interesa por entender el mundo de un narrador con estas características, me puedo imaginar que la estrategia narrativa brilla por su exposición del subconsciente adolescente, su intimidad amistosa (pero a la defensiva) entre narrador y lector, y su simplicidad. En cambio, sin un interés por Holden, la narración degenera en una mirada altamente restringida al mundo de un adolescente burgués, superficial, quejumbroso, imbécil y embaucador. Sin este interés, lo más que se puede esperar del lector es una lástima insuficiente para levantar el peso de la lectura. Ahora entiendo por qué ésta es una novela que polariza.