Primero que nada, una confesión: me había prometido intentar alejarme de las traducciones al inglés para obras con versiones accesibles en español, en especial para el caso de Murakami. Desgraciadamente, me vi obligado a leer a Murakami en inglés una vez más para estar en sincronía con un club de lectura. Ésta es la tercera novela suya que leo, y de nuevo me quedé con la duda: ¿el lenguaje extremadamente cotidiano es un artefacto de la traducción al inglés, o una característica de Murakami? Lo que me intriga es que en ocasiones el lenguaje me parece hasta infantil. Supongo que tendré que esperar a leer algo en español. Sin más, a continuación siguen mis ideas sobre la novela que conocí como Hard-Boiled Wonderland and the End of the World.
Cuando empecé a leer quedé aterrado. Las dos páginas previas a la narración muestran un mapa del supuesto país de las maravillas y los primeros capítulos introducen una multitud de palabras inventadas y detalles sobre dos universos disparatados: el fin del mundo y el país de las maravillas. Peor aún, la narración discute el uso del subconsciente como una llave criptográfica, algo que detesté por obligarme a navegar el entendimiento de un laico sobre criptografía[1]. Este libro pintaba para ser una novela de esas que llaman “para adultos jóvenes”, que usualmente están repletas de premisas absurdas diseñadas para explorar una sola, muy estrecha pregunta: ¿cómo sería el mundo si cambiáramos tal o cual cosa? Por suerte el frenesí de novedades se acabó rápido, dando paso a una narración más madura, reflexiva y encargada de sus temas y personajes. Supongo que esta estrategia funcionó bien: comunicar los detalles logísticos al lector lo más pronto posible, con el fin de evitar que las minucias del mundo (o mundos, en este caso) le distraigan del fondo de la novela. Pero aún así no puedo evitar preguntarme: ¿por qué requerir tanta logística? Quizás esto es algo de lo que se dio cuenta Murakami tras escribir esta novela, pues Norwegian Wood, escrita dos años después, goza de todo el ingenio de su escritura sin los sofocos de la fantasía sin sentido. Supongo que no fue hasta Kafka en la orilla que Murakami aprendió a utilizar mejor la ficción[2] como herramienta narrativa. Ahora, tras pensar conjuntamente en la obra de Murakami, he notado que todos sus protagonistas son muy parecidos: hombres japoneses jóvenes, a veces adolescentes, a veces adultos menores, con un mundo reprimido dentro de sí mismos que difícilmente exponen, y que por ello sufren de alienación y aislamiento hasta que se revelan en momentos de vulnerabilidad, desencadenando embrollos policíacos, tragedias, amores y desamores. Además, cada novela tiene personajes femeninos muy parecidos, usualmente en un segundo plano y cuya importancia se basa en sus interacciones con el protagonista, a quien usualmente admiran por ese subconsciente reprimido pero tan interesante. No puedo evitar pensar aquí en las incontables veces que subrayé un diálogo de una de estas personajes, elogiando al protagonista por su forma de hablar: “Hablas muy raro, pero me gusta”. Esta situación me disuade de leer más novelas del japonés en el futuro cercano.
Pero a pesar de todo tanto hastío en los primeros capítulos y el reciclaje de personajes de Murakami, la mayor parte de la trama fue fácil de seguir y los dos protagonistas y sus historias extienden un campo que vale la pena explorar. Creo que el gran logro de esta novela (y de la obra de Murakami en general), es que la trama se aplica muy convincentemente a un protagonista cotidiano: plano por fuera y profundo por dentro. La novela desentraña la cotidianidad aburrida del asalariado japonés usando la fantasía y la ciencia ficción como bisturí, cortando poco a poco a través de las capas que esconden el subconsciente de los protagonistas y del lector. El reto narrativo yace en disecar la cotidianidad y extraer su esencia sin dañarla, un reto cuyo éxito didáctico depende de que las reacciones de los protagonistas ante un mundo imposible sean lo esperado de una persona ordinaria ante situaciones desfamiliarizantes, de manera que la desfamiliarización[2] se transmita al lector. Al menos en mi caso, la novela logró este reto con éxito moderado.
Notas
- No sobra repetir el mantra: “Do not roll your own crypto”. El esquema de cifrado en el mundo cyberpunk de Murakami es peor que el idioma de la f.
- Entiéndase “ficción” como sinónimo de “magia” en el término “realismo mágico”.
- Entiéndase el término “desfamiliarización” como lo explica Viktor Shklovsky.